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NOTA A LIZ SOLARI EN EL BAILANDO POR UN SUEÑO




Tuvo las condiciones innatas de esa rubia debilidad. Y la ayuda de un hermano notorio que la hizo conocida desde el vamos, pero no se durmió en ese colchón que le garantizaba una cierta estabilidad. Todo lo contrario, Liz Solari (23) eligió el camino más apasionante de los desafíos. Intentó y buscó desmarcarse de la mediocridad. Con el consenso familiar al que siempre recurrió, asumió nuevos retos. Y, entonces, la modelo de Pancho Dotto también se hizo traductora de inglés, y descubrió nuevos mercados en el exterior. Y cuando extrañaba verla anunciada en “Bailando por un sueño”, asumió la responsabilidad. Se mató ensayando y sorprendió tanto al jurado como a Marcelo Tinelli (49), quien enseguida le puso el rótulo de “revelación”.

“Es raro lo que me pasó. Para la gente fui una revelación externa, pero para mí fue una verdadera revelación interna. Nunca imaginé llegar a tanto ni desenvolverme como lo estoy haciendo. Mi familia no lo puede creer, y yo soy la primera en sorprenderme”. Las palabras le brotan con esa pizca de emotividad que van de la mano con el suceso. Desde que se presentó bailando con su soñador, Daniel Meza Sánchez (24), la pareja es una de las protagonistas del programa. Y la motivación de seguir sorteando etapas se conglomera con el fin solidario que tanto inquieta a Liz: “Más allá de llegar a la final, me encantaría poder cumplirle el sueño a Milagros. Ayudar a que recupere la vista, sin duda, sería una de las cosas más lindas que me puedan pasar en la vida”.

—Cuando le ofrecieron participar, ¿aceptó enseguida o dudó?

—Antes de acceder a propuestas que te van a generar cambios, siempre lo consulto con mis afectos. Porque la gente que te quiere te dice las cosas con más honestidad. Y un día tomando mate con mamá le comenté la posibilidad. “¿Te parece?, realmente te vas a animar?”, me dijo. Sabía que aceptar significaba romper con los límites y correr un riesgo. Podía bailar bien, medianamente bien o mal. No sabía lo que pasaría, aunque mis expectativas eran buenas.

—¿Tenía algún antecedente con la danza?

—No, no tengo base de baile, ni mucho menos. Y tampoco cuando salía a bailar con mis amigas, que me encantaba, era de las más desinhibidas. Sólo intenté aprender una vez. Fue en Nueva York, me anoté en una clase de hip hop en el Broadway Center. Lo intenté, pero enseguida me di cuenta de que era algo muy complicado.

—¿En algún momento pensó que arriesgaría su carrera?

—No. Ya llevo seis años de carrera, y construí mi vida gracias a ese trabajo que me permitió llegar adonde estoy. Lo valoro, pero también quería superarme. Y esta posibilidad implicaba un crecimiento muy grande, tanto en lo profesional como personal. Porque no sólo es bailar y poner la cara, sino que detrás está ese fin solidario, que para mí es tan importante.

—Se la ve muy consustanciada con esa causa.

—Cuando la noche del debut vi a Milagros y pasaron el video con su historia, me angustié mucho. Y por eso quise involucrarme. Ella tiene doce años y es ciega por mala praxis de nacimiento. Pero tiene un ojito que puede recuperar con una operación muy costosa, que sólo se realiza en Moscú o en Texas. Y como ya había ido a su casa a comer con mi novio, vengo muy metida con su sueño.

—¿Qué tan diferente es bailar a modelar?

—Desfilar tiene su adrenalina, pero es más relajado. Bailar implica mayor responsabilidad, es más desafiante. Desde el momento en que salís a la pista hay que poner actitud y garra, y debés concentrarte no sólo en que salga bien la coreografía, sino en transmitirla. Hay que meterse en el acting. Por ejemplo, si bailás salsa hay que transmitir sensualidad, si bailás jazz, glamour... Es todo un conjunto de cosas para enfrentarse a ese monstruo que es la producción del programa, y a ese jurado intimidante (sonríe). Conociéndolos de a poco, los cuatro son muy sensibles, buena gente.

—¿Se sienten candidatos a ganar?

—No sé si me siento finalista, pero podemos llegar muy lejos. Con Daniel y con Bruno, el coach, tenemos una excelente química de grupo. Pero como es un show, y depende de muchas cosas, nunca se sabe. Hay que estar preparado para todo, se necesita un crecimiento paulatino y mucha perseverancia. En mi caso, a mi ritmo habitual de trabajo se sumaron los ensayos, que en esta etapa son de tres horas, cinco días a la semana. El compromiso es grande, pero se disfruta. No te puedo explicar la energía positiva que genera bailar.

—Animar un programa con tanto rating, ¿hizo a Liz Solari más popular?

—Totalmente, más popular y conocida. Con “Bailando...” llegás a las casas cuando están comiendo, la gente se familiariza con vos, y eso se siente en la calle. Recibir tantos saludos y aliento te impulsa a seguir adelante. Ese feedback de ida y vuelta con el público es recíproco, y cuando vuelve es gratificante.

—¿Qué repercusiones trajo en su familia?

—Mi novio, Diego Balut (26), y mamá son infalibles, siempre están en la tribuna. Hasta papá vino un par de veces desde Rosario. Y a mis dos hermanos que están en el exterior, Santiago (30) y Esteban (25), les mando los videos por Internet. Todos estamos conectados. La familia me hace el aguante, y está muy bueno.

—¿Y consecuencias en su carrera?

—Se abrieron muchas puertas, oportunidades que, con tiempo y tranquilidad, vamos a evaluar con Pancho. Surgen propuestas que antes ni imaginaba, y me pregunto ¿por qué no? Nunca se sabe, jamás pensaba que iba a hacer “Bailando...”, y terminé haciéndolo. Las variantes son múltiples: podría conducir un programa, bailar, actuar... Analizaremos de a poco para dar pasos cortos, pero seguros, como siempre.

—Su vida afectiva, ¿en orden?

—Gracias a Dios, tengo la posibilidad de compartir todas estas satisfacciones con una persona a la que amo, que me acompaña en todo y me apoya incondicionalmente. Ya somos un equipo, y eso forma parte de un crecimiento de pareja que se fue dando con el tiempo. Diego y yo vamos madurando juntos, como personas y como pareja.

—Ya pasaron seis años de carrera. ¿Qué ve cuando mira hacia atrás?

—Pasó de todo, y no me arrepiento de nada. Cada cosa que hice fue un paso más, y todo eso ayudó a ser lo que soy hoy. Cuando trabajé en Nueva York y Milán me encontré con situaciones límites que yo sola tenía que resolver. Y ahí me di cuenta que a la belleza, si no le ponés garra, no sirve para nada. Podrás ser linda, pero lo que te lleva adelante en la vida es la personalidad.

fuente: revista caras

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